sábado, 19 de noviembre de 2016

RESEÑA - Carnaval de Almas (Carnival of Souls) - 1962




Tres amigas sufren un accidente
automovilístico en un río. A las horas, una de ellas reaparece sin recordar cómo pudo sobrevivir.  Mary Henry (Candace Hilligoss) no vuelve a ser la misma después del acontecimiento. Alejada de la gente, consigue trabajo como organista en una iglesia de otro pueblo, jurando no regresar nunca al propio.

De camino, siente una extraña conexión con una feria abandonada en la carretera, un lugar que pareciera llamarla, atraerla, y que terminará siendo de vital importancia en su destino. Luego, será víctima de terroríficas y extrañas apariciones, quienes parecieran estar obsesionadas con ella.




Herk Harvey, quien abandonaría la dirección de películas luego de este, su primer trabajo, logra que una cinta de bajo presupuesto se convierta en una obra de alta calidad, que influenciaría a  distintos directores en las décadas siguientes.

La señorita Hilligoss es nuestra guía en esta historia de terror y suspenso con toques fantásticos/surreales. Encarna a una dama delicada, pero a la vez atractiva y repelente por naturaleza del sexo opuesto. Con sus ojos bien abiertos y sus gritos de miedo y desesperación triunfa al transmitir al espectador sensaciones propias. Termina siendo ella  el mayor exponente actoral de la película, al estar rodeada de un reparto secundario, no mediocre, sino rozando la improvisación, que claramente no está a su altura.



Mary a su vez, es una figura que representa tal vez no virginidad, pero de seguro inocencia. Una inocencia que a todo momento se ve amenazada por ese deseo carnal innato del ser humano, representado en su vecino de habitación, quien hará todo lo posible para aprovecharse de la situación de nuestra nerviosa y asustada protagonista.

                                         
HOMBRE ENIGMÁTICO

Su primer encontronazo con esta figura enigmática se da en la carretera. En la búsqueda de un nuevo comienzo, manejando su auto se aparece en una de las ventanas un hombre de aspecto pálido, ojeroso y demacrado, quien la mira fijamente y luego desaparece, para luego decir presente varias veces más.

Es imposible no relacionar este momento con la escapatoria de Marion Crane y sus 40 mil dólares en la “Psicosis” de Hitchcock. Ignoro si la obra del director británico tuvo alguna influencia en la realización de “Carnival of Souls”, pero la esencia es compartida, nuestras protagonistas se sienten igual: vulnerables, asustadas, perseguidas, queriendo escapar de sus raíces.




El guion enflaquece en algún que otro momento. A pesar de ser una adaptación de una historia, por ende no un producto original de su director o guionista, el argumento está bien plasmado en pantalla, pero no logra a través de sus palabras, convertirse en una experiencia recordable, donde algunas conversaciones parecen traídas de los pelos y algunas líneas se sienten demasiado extensas y/o sobreactuadas, pero eso ya es problema de quienes se ponen en la piel de los personajes.


                                  

Es por esta razón que los momentos más recordables son aquellos en donde los protagonistas no emiten sonido alguno y la película transcurre totalmente dependiente de la musicalización; que sí cumple con su objetivo.

Con una sobredosis de sonidos provenientes de teclas de órganos logra inquietarnos y ponernos la piel de gallina; con solo escuchar una nota nuestro cerebro se da cuenta de que algo no muy bueno esta por suceder.




El cine es una experiencia, no solo visual, sino también emocional y sonora, y son partituras como esta las que hacen grandes y recordables las bandas sonoras del cine.

La película de Harvey no cosechó éxito alguno en su lanzamiento, razón principal por la cual el director decidió abandonar de forma temprana la dirección de largometrajes. Sin embargo, con los años se ha ganado esa calidad de película de culto, con escenas que hemos visto repetidas y/o homenajeadas cientos de veces en producciones posteriores, y que ha servido de inspiración para mentes maestras del cine moderno como el mismísimo David Lynch, quien probablemente sea el más fiel seguidor de la cinta, ya que el espíritu de su cine es muy parecido al plasmado aquí: una atmósfera surrealista, rodeada de una tela que la recubre, la cual lo asemeja a la sensación de estar presenciando un sueño, más que una realidad inventada (“Terciopelo Azul”, “Mulholland Drive”).




“Carnaval de Almas” cuenta con una de las escenas finales más memorables y terroríficas de la historia del cine clase B, y del cine todo en general. En sus 70 y pocos minutos de duración predomina esta atmosfera previamente dicha, la cual se transmite al espectador y lo deja tenso al igual que expectante; aterrorizado pero a la vez fascinado, por ser uno de los pasajeros de este viaje, no tan popular pero disfrutable para quienes se atreven a subirse.

                                   

Es una de las experiencias de sonidos más grandes del terror, en donde el temor nos queda grabado en las retinas al igual que en los tímpanos.

“Carnaval de Almas” es una de las cintas más aterradoras que tuve el placer de atestiguar frente a una pantalla, y no dudo que quienes se atrevan a enfrentarla terminaran pensando lo mismo que este humilde servidor enamorado del celuloide.




TÍTULO: Carnival of Souls
AÑO: 1962
GÉNERO: Terror - Suspenso
DIRECTOR: Herk Harvey
PROTAGONISTAS: Candace Hilligoss – Frances Feist – Sidney Berger – Herk Harvey


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