sábado, 18 de marzo de 2017

RESEÑA - Aguirre, la Cólera de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes) - 1972






En el siglo 16, una expedición liderada por Gonzalo Pizarro se propuso adentrarse en el Amazonas para descubrir la tierra de “El Dorado”, donde supuestamente los Indios almacenaban todo su oro.  Enfrentándose al frio y al calor, al igual que a las amenazas de los habitantes locales y la traición, la misión se convertiría en una locura total en pos de la obtención de riquezas y poder.



De por sí, filmar una película en locaciones puede ser un trabajo difícil; sin embargo, la experiencia de Herzog al adentrarse en las selvas del Perú debe haber ascendido a niveles extra orbitales al enfrentarse al calor, el frio, la lluvia, mosquitos y lo que se imaginen. Todo eso queda implícito en la película, que de una manera u otra se las arregla para reflejar todo contra lo que el equipo de producción tuvo que lidiar para sacarla a flote. La cámara del director alemán se abre camino a través de angostos pasos de montaña y no duda en meterse en ríos para lograr la imagen deseada. La espectacularidad de lo presentado en pantalla es un reflejo del esfuerzo y el empeño puesto en la captura de esto.




Werner Herzog es un director que intenta establecer una conexión entre la naturaleza humana y la naturaleza en sí. Previo a “Aguirre...” visioné solo dos películas del director, y una de ellas es un documental. Pero aún así, tanto en “Fitzcarraldo” (1982) como en “La Caverna de los Sueños Olvidados” (2010), Herzog se propone contar historias que de una forma u otra tienen como personaje principal al mundo que nos rodea.

                           

En  “La Caverna…”, ese pedazo de documento fílmico que puede tornarse bastante pesado de a momentos pero que guarda una magia idéntica a las pinturas de las generaciones pasadas, así como en “Fitzcarraldo” en donde nuestro protagonista está empecinado en llevar la ópera al terreno más salvaje imaginable, el entorno es un factor determinante y que ayuda a generar esa atmósfera cautivante que tantas veces echamos de menos en muchas películas.
 Ya sea por la sensación de aislamiento al estar rodeado de rocas, o por la creciente locura que le va ganando a nuestro personaje principal, estas sensaciones atraviesan la pantalla y con gran facilidad llegan al espectador.



Señoras y señores, Klaus Kinski. Podría carecer de sentido describir lo que este tipo lograba en pantalla ya que solo viéndolo se lo puede llegar a apreciar.
Lo que hace este señor hace con su papel de Don Lope de Aguirre es simplemente sensacional. En un tiempo en el que la sociedad no destacaba por estar tan separada del salvajismo, Aguirre es la representación máxima de la perdida de cordura ante la obsesión por la riqueza y el poder.

Con su raro caminar parecido a un monstruo recién salido del horno de un científico loco, gracias a su aspecto inmundo con su pelo largo y su ropaje mugriento por el uso, Aguirre fácilmente transmite una imagen terrorífica, o al menos, de poca confianza. Pero si a eso le sumamos los ojos de Kinski a punto de salirse de sus orbitas como en cualquier papel que se lo recuerde, lo que obtenemos es una de las interpretaciones mejor logradas que se puedan imaginar, una enajenación total en el personaje, una transformación total en pos de convertirse en alguien más, sumamente hipnotizadora y admirable.
Teniendo en cuenta que el actor tuvo que atravesar las mismas dificultades que el resto del equipo parecería ser más fácil de comprender como le puede aportar tanto realismo y locura a su personaje, sin embargo eso no le quita merito a la habilidad innata de Kinski, uno de los mejores actores del cine Alemán y mundial.




Con el objetivo de adueñarse del oro y las tierras, al igual que transmitir la palabra de Dios a los salvajes, la tripulación se adentra en la selva para ir destruyéndose a sí misma poco a poco. La locura de Aguirre es tan grande desde el principio, que en un momento determinado (uno de las mejores escenas de la película) intenta convencerse de que es igual o más poderoso que el mismísimo Dios (“si yo, Aguirre, quiero que los pájaros caigan muertos de los árboles, los pájaros caerán muertos de los árboles”). Su hambre de poder lo lleva idear un plan incestuoso para crear el linaje perfecto, cuando la única compañía que tiene a bordo son  unos animales del Amazonas.  “La tierra me ve y tiembla” llega a sentenciar. Aquel que una vez se creyó capaz de adueñarse de todo a su alrededor ha caído víctima de su propia sed de dominio total, perdiendo la cordura y convirtiéndose en un navegante solitario en una de las aguas más peligrosas del plantea, a merced de terminar su vida de la forma en que lo hizo Cortez en México.




“Aguirre: La Ira de Dios” es una de esas películas poco fáciles de ver y que, a no ser que se desee mucho presenciar la conclusión, se hace muy difícil mantenerse en vilo sus más de 90 minutos de duración. No por su baja calidad (todo lo contrario, es una de las obras más enigmáticas y a la vez clásicas del cine) sino por su complejidad y su ritmo lento alguna que otra vez.
Personalmente es uno de esos films que desde que me enteré de su existencia he querido ver, y en general no me ha defraudado. ¿Podría ser mejor? Creo que sí, pero aún así, sobrevive al paso del tiempo y se mantiene como un buen espectáculo para aquellos que preferimos escapar del cine convencional en busca de algo más en las películas: un mensaje, algún tipo de aprendizaje, o simplemente maravillarnos con la forma de contar historias de los directores. “Aguirre...” cumple con los tres puntos.



TÍTULO: Aguirre, der Zorn Gottes
AÑO: 1972
GÉNERO: Drama - Histórico
DIRECTOR: Werner Herzog
PROTAGONISTAS: Klaus Kinski
Helena Rojo – Ruy Guerra – Peter Berling



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1 comentario:

  1. Excelente apreciação. "Aguirre" é, de fato, uma experiência única do cinema. Um filme absolutamente sensorial e hipnotizante. Classifico-o como um mergulho na alma.

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