martes, 1 de diciembre de 2015

RESEÑA - Un Verano con Mónica (Sommeraden med Monika) - 1953






Harry (Lars Ekborg) y Monika (Harriet Andersson) son dos adolescentes que se conocen y se enamoran. A primera vista un poco opuestos, ambos son trabajadores; sin embargo Monika, la más suelta y atrevida de los dos pareciera que solo quiere divertirse. Tras no poder soportar sus vidas (Monika no soporta a sus padres, y Harry no tolera más su trabajo), deciden emprender viaje hacia una isla solitaria para pasar un verano solos. De 1953, dirigida por el maestro del cine sueco Ingmar Bergman, hoy es el turno de “Un Verano con Mónica”.

Bergman es uno de los más grandes de la historia. Estandarte del cine Europeo, y musa inspiradora para los miembros de la Nouvelle Vague, como Godard y Truffaut, antes del estreno de esta película estaba sumido en una crisis económica, y fue el éxito de este film el que logró salvarlo y darle el empujón que su carrera necesitaba para no parar más.




La historia entre Harry y Monika comienza como toda historia de amor adolescente. La pasión y los sentimientos están a flor de piel y son algo que podemos presenciar a simple vista.  Sin embargo, hay una gran diferencia entre ellos; Monika es la típica chica que no pertenece a un solo hombre y que busca una diversión constante basándose en sus atributos; al menos así lo fue hasta conocer a Harry, joven trabajador que vive con su padre enfermo, quién le demuestra que no todos los hombres son iguales, y que él no  busca aprovecharse de ella. Esto tiene efecto en Monika y los cambios en su personalidad son notables, pero donde hubo fuego, cenizas quedan, y no será fácil para Monika el librarse de su pasado.



No es accidental que la película transcurra en un verano. Para la mayoría, esta es la mejor estación del año, donde uno más se puede relajar e incluso olvidarse del mundo y tomarse unas vacaciones. En verano todos nos sentimos bien, miramos al cielo y respiramos como añorando un futuro mejor, como que nada puede salir mal. Todos nos sentimos fuertes, con ganas de todos y positivos, y Harry y Monika no son la excepción.

Su estancia en la isla es su utopía amorosa. Nadie los molesta, pueden pasar las 24 horas del día juntos y disfrutar de todas las energías adolescentes que tienen guardadas. Viven la vida como si nada pudiera estar mal; se imaginan una vida juntos. Planean estudiar, conseguir trabajo y formar una gran familia. Sin embargo, cuando la llegada del retoño se confirma, hay un quiebre en la relación y todo comienza a decaer.



Cada vez más las discusiones subidas de tono se hacen presentes, y la convivencia de pareja pasa por sus peores momentos. Una vez en la ciudad, la cosa empeora, y con el nacimiento de la pequeña June, Monika hace caso omiso a sus responsabilidades de madre y no se interesa por el bienestar de su hija, dejando sobre los hombros de Harry, el peso de hacerla dormir, estudiar y trabajar para poder mantener el hogar.


También se puede crear una relación con lo que viene después del verano. Todo lo que sube tiene que bajar, y si nos sentimos eufóricos durante esos tres meses, también es verdad que los meses venideros no se comparan con los anteriores. Toda la felicidad y buenos momentos parecen esfumarse de a poco cuando a lo lejos vemos volver nuestras responsabilidades normales. Es como que la vida soñada llega a su fin, y la realidad nos golpea con todas sus fuerzas. Tanto Monika como Harry, se ven atrapados en esta “depresión post-felicidad”.

Que decir de las actuaciones? La forma en que Andersson y Ekborg representan a sus personajes es envidiable para cualquier dupla de actores, y ambos son los encargados de llevarnos por el viaje que es la película; pero si hubiese que elegir a uno de los dos, los votos se los llevaría Andersson. Su sensualidad en pantalla es extraordinaria y cautiva a todo espectador. Su mirada, llena de alegría de a momentos, y negra de tanto desprecio hacia sí misma y a los demás en otros sea tal vez lo más remarcable de su trabajo.



Y sobre el director? No me animaría a decir nada malo de Bergman. No por miedo a faltarle el respeto, sino porque no tiene nada malo. El trabajo detrás de cámaras es excepcional, y junto a su cinematógrafo habitual de sus primeros trabajos, Gunnar Fischer, nos entregan imágenes que no pueden ser descritas con otra palabra que no sea: perfectas.

Filmada con poco presupuesto, se le saca todo el jugo posible a todo lo rodado en la isla. Los paisajes  son cautivantes, enamoran y tienen un grado de preciosidad indescriptible. Los pastos largos, las rocas y las olas; la forma en que las vemos no hacen más que remarcar la hermosura de las afueras Suecas. Tanto en esta película, como en “El Séptimo Sello” o “Persona” por decir otras, el paisaje se transforma en un actor más en las películas de Bergman. Es tal su importancia, su sentido, que es sumamente necesario para entender la historia y los personajes; son uno con el todo. 





“Un Verano con Mónica” es uno de los grandes hitos del cine del director Sueco, Europeo y mundial. No es una cinta complicada ni difícil de seguir, sino todo lo contrario. Su grandeza recae en su simpleza, y en la naturalidad con la que trata los temas que aborda. Pasados ya más de 60 años de su estreno, mantiene su frescura como en sus primeros días.

Woody Allen una vez dijo que fue una de las películas que lo llevó a descubrir un cine completamente distinto al que estaba acostumbrado, y aún hoy sigue siendo eso. Un gran primer paso para conocer un tipo de películas que no muchos están acostumbrados a ver. Es conmovedora, movilizadora, entretenida; por que no graciosa en ciertos puntos? Desesperante, triste a veces, pero sobre todas las cosas, humana, y real.




Título: Sommeraden med Monika
Año: 1953
Director: Ingmar Bergman
Género: Drama – Romance
Protagonistas: Harriet Andersson – Lars Ekborg



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